
Como de costumbre el abrigo estaba colgado en el perchero de la puerta.Tan rápido como pude lo tomé y salí de la casa sin avisar a donde iba. Mis pies se movian por si solos y sin darme cuenta estaba ahí, otra vez, parada frente al mar y con los pies descalzos.
La lluvia corría por mis mejillas, no sentía mis manos, el aire frío recorría mi cuerpo y mis pulmones. Otra vez tenía ese sentimiento de culpa y debilidad, tu olor me rodeaba y se mezclaba con el olor de la arena humedecida.
Lo último que recuerdo... es tu mano sacándome del agua.
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