8/1/10



Como de costumbre el abrigo estaba colgado en el perchero de la puerta.
Tan rápido como pude lo tomé y salí de la casa sin avisar a donde iba. Mis pies se movian por si solos y sin darme cuenta estaba ahí, otra vez, parada frente al mar y con los pies descalzos.

La lluvia corría por mis mejillas, no sentía mis manos, el aire frío recorría mi cuerpo y mis pulmones. Otra vez tenía ese sentimiento de culpa y debilidad, tu olor me rodeaba y se mezclaba con el olor de la arena humedecida.

Lo último que recuerdo... es tu mano sacándome del agua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario